En Soitu.es, me encontré este artículo que habla acerca de los “recuerditos” que traemos o que nos traen de algún viaje. Justo lo platicaba hace como un mes con una amiga durante nuestra estancia en Madrid y frente a nuestras dudas sobre qué traer para la familia y amigos; y llegamos a la conclusión de que muchos de esos típicos “recuerditos” son feos y super kitsch…aquí algunos fragmentos del artículo…
Los souvenirs encarnan con poderosa eficacia la imagen del antidiseño.
Que un souvenir es un ‘suvenir’ es evidente para quien lo mira y lo elige como tal. Pero también para aquellos que se resisten a detenerse ante uno de los escaparates donde los venden, en cuya presencia experimentan irritación y aversión intelectual. Se detestan los ‘suvenires’ propios, de manera que muchos comprarían antes una Barbie flamenca que una muñequita sevillana con traje de faralaes para colocar sobre el pedestal del televisor.
Del ‘suvenir’ se supone que será chocante y barato, con algo torturado que lo acerque a la sátira.
Se viaja para conocer la tierra y la vida y para llenar la memoria y la maleta, así que hay tantos viajes como recuerdos y equipajes distintos. El ‘suvenir’ es propio de los viajes de ida con retorno, cuando la alegría del ocio es el único esfuerzo, el visitante un divertido espectador y el equipaje una versión externa de la memoria.
El coche, el barco y el avión son fascinantes baúles viajeros, con dos iconos del ‘suvenir’, el autobús de Londres y el barquito con los nombres de puertos fabulosos. También la cámara fotográfica, cuyo depósito de imágenes asegura a su dueño al retratarse ‘aquí estuve yo y fui feliz’. Casi siempre con sonrisas y posturas que hacen de la foto un jocoso ‘suvenir’, menos íntimo que un cuaderno de viaje con textos y dibujos. Dibujos, fotos y ‘suvenires’ son la mirada del viajero.
Para que un souvenir sea un buen ‘suvenir’ es necesario que su forma sea inadecuada al material elegido para construirlo. Lo ideal sería algo así como fabricar un gato con plumas de gallo en vez de pelo, o viceversa.
Otra forma de apropiarse del lugar visitado es llevar el traje tradicional, que será ‘suvenir’ si parece disfraz. A quién no le apetece portar una espada de Toledo y una armadura medieval de cuerpo entero para creerse un caballero español, un traje de odalisca turca o de flamenca o una chaqueta de Austria con botones de edelweiss.
Tampoco pasa nada por comprar casas, en miniatura, en tiendas turísticas…los ‘suvenires’ más eficaces de edificios son aquellos cuyos originales constituyen hitos urbanos de gran poder visual. La torre de Pisa, la Giralda y la Torre del Oro están entre los mejores por su aire de trofeo, compartido por dos iconos de Gustave Eiffel, la Torre Eiffel y la Estatua de la Libertad.
Francia regaló en 1886 a Nueva York la Estatua de la Libertad para celebrar la independencia de los EEUU. Un gigante souvenir de la Liberté transportado en barco desde el país galo para convertirse en el símbolo más emblemático de los EEUU y en el más reproducido como recuerdo. Por si no bastara, una réplica de la Estatua de la Libertad preside el escenario de fantasía de Las Vegas a modo de ‘suvenir’ neoyorkino de gran tamaño.
La ciudad de Las Vegas es un belén de ‘suvenires’ a escala urbana, con refritos del Empire State, de la Torre Eiffel y de canales inspirados en Venecia y en la Venice de Los Ángeles. Las Vegas es un paraíso artificial encerrado por efecto del clima del desierto. Un calor tan extremo como el frío que fingen las nevadas del ‘suvenir’ más hipnótico de todos, la bola de cristal con nieve. En ellas la pausada nevada es el medio que emplea la memoria para obtener un fogonazo del pasado, el flashback que procuran los objetos que adquirimos para recordar el viaje y la vida.