El domingo pasado me topé en el Reforma con este artículo, fue escrito por el Ministro de Relaciones Exteriores británico. Léanlo, está muy interesante…, y lo más importante, ¡Hagamos conciencia!
Uno de los peligros en la política es la “negligencia benigna” -las buenas intenciones se pasan por alto por la falta de enfoque. Éste es el peligro que enfrentamos en la actualidad con el cambio climático. Por ello, a menos de tres meses de la Cumbre de la ONU en Copenhague, el Gobierno del Reino Unido inició esta semana un nuevo esfuerzo diplomático en cuatro frentes.
Primero, es necesario sacar el cambio climático de los temas del medio ambiente. Un acuerdo no sólo es algo deseable, es un imperativo para la seguridad nacional y la recuperación económica sustentable en el mediano plazo, a la par con el combate al terrorismo internacional.
El cambio climático tendrá como consecuencias migración masiva, sequía y escasez de agua, provocando tensión y conflicto dentro y entre naciones. El cambio climático por ahora no figura en la agenda del Consejo de Seguridad de la ONU, pero estará en el futuro si no nos deshacemos del carbono.
Segundo, necesitamos un acuerdo que pase una prueba muy simple: la de ser congruente con un mundo donde la temperatura suba no más de 2 grados. Los científicos advierten que más allá de un incremento de 2 grados los efectos sobre el planeta serían catastróficos.
Tercero, el mayor obstáculo para un acuerdo en Copenhague tiene que ver con encontrar una distribución justa de responsabilidades entre naciones desarrolladas y en desarrollo. Los países más desarrollados deben asumir el liderazgo y cargar con la parte de la responsabilidad que les corresponde.
Necesitan hacer dos cosas en particular: realizar ambiciosas reducciones equivalentes a entre 25 y 40 por ciento para 2020, y procurar el financiamiento y la tecnología para permitir a los países pobres desarrollar sistemas de energía bajos en emisiones de carbono y adaptarse al cambio climático que ya se encuentra en curso.
A cambio, las economías en desarrollo, necesitan hacer compromisos para apartarse de forma verificable de los actuales modelos de crecimiento con altos niveles de carbono, que faciliten que las emisiones alcancen un nivel pico y se empiecen a reducir en el mediano plazo.
Cuarto, necesitamos un cambio en la táctica. Si esperamos hasta las negociaciones de Copenhague para jugar nuestras mejores cartas y tratar de sacar el mejor acuerdo de los demás países, éste no ocurriría o, en el mejor de los casos, no sería suficientemente ambicioso.
Si la economías en desarrollo tienen la confianza de que la mayoría de las naciones desarrolladas están dispuestas a cargar con su parte de la responsabilidad, creo que jugarán al mismo nivel.
Necesitamos generar confianza y el ímpetu necesario de camino a Copenhague.
El Reino Unido tiene la determinación de cumplir plenamente con su papel. Somos el primer país en establecer un compromiso vinculante. Reduciremos en 34 por ciento las emisiones para 2020 (con respecto a los niveles de 1990) y en 80 por ciento para 2050.
Además, el Primer Ministro británico, Gordon Brown, ha dicho, necesitamos generar una oferta financiera -100 millones de dólares anuales hacia 2020- para facilitar que las economías en desarrollo inicien la transición hacia un desarrollo bajo en emisiones de carbono.
También México posee el potencial de asumir un papel clave fincando sobre las bases de su sólido historial en cambio climático, incluyendo un ambicioso plan nacional y la propuesta de crear un Fondo Verde para ayudar a generar los fondos necesarios para la adaptación y mitigación internacional.
La posición y el papel de México en el mundo pueden ayudar a tender puentes sobre las lagunas que se presentan en las actuales negociaciones.